Sin embargo, cuando se alaba, el comentario tiene una meta, una intención, una agenda, un objetivo. Este objetivo puede ser el de manipular al niño a que haga lo que queremos, en vez de decirle verdadera y llanamente lo que necesitamos que haga. A la larga, la manipulación enturbia las relaciones iinterpersonales.
El otro objetivo de alabar suele ser la aparentemente noble e inocua intención de animar al niño o "subirle la auto-estima": Error. Esto es síntoma de fusión emocional. ¡Peligro! El que así alaba ha decidido que es su responsabilidad el estado emocional del otro.
Esto es desventajoso para ambos: El alabado siente la invasión de esta intangible "ayuda", mas no tiene la claridad de porqué ante algo tan "positvo" se siente mal. Además, se le transmite que por sí mismo no puede sentirse bien (ni por sus logros), sino que necesita "porristas" externos que apuntalen su auto-estima. Y ahora le debe algún tipo de agradecimiento a tan noble "porrista". Finalmente, el alabado comienza a dejar en manos del otro su bienestar, pues es el camino conocido y, como dice el dicho popular, "a quien le dan pan que llore": si alguien más va a responsabilizarme por mí, ¿porqué esforzarme yo?
El que alaba se esfuerza, se entrega y pierde un poco de su "self" en este esfuerzo por suplementar el bienestar del otro. Le sorprende que el otro siga dependiendo de él y, aunque esto es una carga, también es un estímulo, pues se siente útil y le da un motivo a su existencia: "Sirvo, luego existo."
Las mamás tienen un doble grado de dificultad en este tema, ya que los hijos están a su cargo, y diferenciar qué constituye esta responsabilidad no es fácil. Apoyar y querer a los hijos es ser mamá; hacerlo sin fusionarse con ellos es un reto de toda una vida. Comenzar por observar si apoyamos o nos fusionamos, si alabamos o elogiamos, puede ser el reto con nuestros hijos para el día de hoy.